Previo a la navidad comienzan los días ajetreados de compras, de compromisos sociales (laborales y familiares) y de preparativos para el famoso festejo que culminará con la reunión familiar y con el brindis del 25 que conmemora la natividad de Jesús. Pero más allá de la mayor o menor religiosidad de las familias, lo cierto es que parte del rito lo completa el famoso árbol de navidad y los regalos que Papá Noel, Santa Claus o San Nicolás (como gusten llamarlo), prodiga hacia todos los niños del mundo. Es interesante observar como esta creencia que sostienen los más pequeños a medida que va pasando el tiempo comienza a desestabilizarse y se llega a la verdad y a la famosa frase “Papá Noel y los Reyes Magos son los padres”. En esta última semana estoy siendo testigo de esta metamorfosis a partir de diálogos e interpretaciones que muestran el camino que inexorablemente en algún momento llevará a develar la verdad.
Escena 1.
Estando en un negocio haciendo compras se acerca un Papá Noel y le ofrece un caramelo a mi hija y le dice:
-“No pidas mucho que Papá Noel este año no tiene tanta plata”. Frente a lo cual ella me mira y me dice por lo bajo:
- “Este no es Papá Noel. No te das cuenta. Es un Papá Noel trucho, para los chicos que son tontos. No ves que es un gordo disfrazado.”
Le digo que no me había dado cuenta pero a la vez le pregunto:
- ¿Y donde está el que no es trucho?
No me dice nada, se queda pensando y seguimos con nuestro paseo.
Escena 2.
A los pocos días aparecieron regalos en el arbolito y me dice:
-“¡Esto lo pusiste vos!”.
- “¿Porqué decís eso?”
- “Porque yo ya vi esa bolsita antes por ahí y además yo todavía no escribí ninguna carta. ¿Cómo puede ser que ya haya regalos para mí si no escribí lo que quiero?”
Le contesto que la carta la escribí yo y que en ella pedía regalos para ella independientemente de lo que ella escribiera o pidiera por su cuenta. Se queda pensativa y se va.
Escena 3.
Mas tarde retoma el tema del Papá Noel trucho y me dice que vayamos al shopping a ver el que está saludando y recibiendo cartitas de los chicos todos los años. Una vez en el shopping me dice que ese sí es Papá Noel de verdad pero que le da lo mismo sacarse la foto con el y saludarlo o seguir de largo. Me llama la atención esa falta interés y le pregunto:
- “¿Te da lo mismo?”
- “Bueno, está bien, vamos.”
Una vez que saluda y se saca la foto nos vamos a una librería donde insiste con la compra de un libro. Le digo que es muy caro, que no se lo puedo comprar y que en todo caso lo que podemos hacer es pedir el canje del muñeco que ella había pedido a Papá Noel a cambio de ese libro, pero que las dos cosas no. Acepta y con el padre armamos la parodia de ir a consultar a Papá Noel quedando establecido que yo le compro el libro a cambio de un vale para un regalo para mi.
Cuando volvemos a casa me dice:
-“¿Y el vale adonde está? No te lo dieron. Es mentira. ¡Acá ahora hay más regalos pero sin nombre!”
La convenzo de que ya vendrá mi regalo y que todo es cuestión de esperar y creer, si eso es posible, además de que a veces Papá Noel ya está viejo, cansado y apurado y tira los regalos así nomás.
En fin, me parece que esta historia tiene un final anunciado y cercano. La duda está haciendo tambalear a la creencia a pesar de los tan anhelados regalos. Éste es siempre un momento crucial para todo sujeto ya que a lo largo de toda la vida nos volveremos a encontrar con este dilema entre la verdad y la creencia, o como decía Nietzsche: “El que quiera la verdad que investigue, el que quiera la felicidad que crea.”
Feliz Navidad para todos.